Ayer estuve viendo un audiovisual que proyectaron unos amigos montañeros de mi hermano Fon, sobre su escalada al Cho Oyu, la sexta montaña más alta del mundo con 8.201 metros. Me encanto, sobre todo porque por un rato me metí en la piel de estos 5 amigos, y sobre todo en la de Carlos, el único que consiguió hacer cima.
El momento culmen de su aventura fue el intento de hacer cima. A más de 7.000 metros de altura, y ante los rigores de la altura y el clima extremo, los 5 montañeros se enfrentaron a sus limites físicos, al cansancio infinito, al sufrimiento, a sus anhelos, a todos sus demonios, ...
No me es fácil comprenderlo, supongo que tengo que vivir su experiencia, o alguna similar. Lo cierto es que 4 de ellos se bajaron ante toda esta presión extrema, y Carlos, el 5º montañero, siguió subiendo, y hasta el último momento no tenia claro si llegaría o se daría la vuelta. Unas imagenes que él mismo se grabo en la cima muestran su cara descompuesta de sufrimiento. ¿Que lleva a un hombre a tratar de superarse a si mismo?
Charlando un momento con Carlos y con Manu (otro de los montañeros, muy amigo de mi hermano Fon), capte algo de esa magia y ese aprendizaje inmenso que dan las montañas y el reto de superarse a si mismos. Y por un momento sentí como si el camino de transformación personal y el esfuerzo de subir un 8.000 fueran dos escenas de la misma película del hombre transcendiendose a si mismo, más allá de todo lo conocido.
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