25 de junio de 2005

Diario de exploración de París (I)

Acabo de regresar de esta gran ciudad. Estoy muy contento y feliz de haber emprendido este viaje. Para mi todo viaje es sumamente transformativo. Me permiten comprender y aceptar otras culturas del mundo, y simultáneamente me ponen en contacto con aspectos oculto de mi personalidad que solo afloran a la consciencia en ambientes fuera de lo cotidiano.
La idea del viaje me la propuso Raúl a primeros de junio, ya que su hermano vive en París.
Jueves, 16 de junio de 2005: Salimos de Palencia a las 20:00 hasta Valladolid, donde tomamos el tren hotel Madrid-París. Habíamos encontrado una promoción de ida y vuelta en una cabina para dos personas con litera y lavabo por 208 €. Fue un acierto, yo no tuve sensación de haber hecho más de 1.000 km, pues nos acostamos en Castilla, y despertamos cerca de París.
Viernes 17 de junio: Tras desayunar en el tren nos bajamos en la estación de Austerlitz, donde nos esperaba Oscar, el hermano de Raúl. Nos llevo hasta su casa, y tras relajarnos un rato, salimos en metro hacia el Arco del Triunfo. Este es un monumento inmenso, de 50 metros de altura, ... mucho más alto que la mayor parte de los edificios de París. Desde el mirador superior, la vista es magnifica. Luego paseamos por los Campos Elíseos, hasta la Plaza de la Concordia, pasando por el Gran Palais y el Petit Palais. Luego nos metimos por el Jardín de las Tullerías y vimos el entorno del Museo del Louvre.
Raúl y Oscar se retiraron a descansar, y yo me fui a la Ile de la Cité. Me sente en un banco a la sombra, pues hacia mucho calor, y empece a escribir en el diario. Al otro lado del banco se sentarón dos jovenes francesas a dialogar amigablemente, y aunque no entendia nada, me encanto el sonido de su voz, y la pasión de la conversación. Empece aqui a enamorarme de la gente de París, con su individualismo, su respeto hacia los demás, y su pasión por la belleza. Y que decir de las Parisinas, y su natural sensualidad ...
Luego entre en la magnifica catedral de Notre-Dame, y después me fui a perderme un rato por el Barrio Latino, antes de coger el metro y regresar al piso de Oscar.
Fue una autentica gozada el ser huésped del palentino Oscar y de la francesa Celine, conociendo de primera mano la vida cotidiana de París. Esa noche, como muchas otras, cenamos y conversamos con ellos, y luego dormimos soñando con las miles de imágenes gravadas en nuestras mentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario